Será que de puro lejos que te veo me están corriendo en la espalda unos escalofríos molestos por demás. Y sé que igual tiendo al dramatismo y a la exageración, pero espero equivocarme, porque desde aquel último día siento como si, jugando entre sábanas, hubiese firmado la sentencia de muerte a esta historia.
Será que mis superseniles casi treinta van tomando más cuerpo a medida que el año va buscando Octubre y a ver quién para este caballo desbocado... y que quizá quisiera tener los que tú tienes para poder remendar algún que otro agujero de mi vida, pero ya para qué si estamos donde estamos.
Será que me gustaría haberte conocido hace dos años, para verte feliz y para verte sin sogas y atarte con lazos de seda sin que tú te dieras cuenta, como has hecho tú conmigo, dicho sea de paso, para ser totalmente justo, sin que yo oponga resistencia de ningún tipo.
Será que hasta las dudas me parecen hoy sonsonetes inmisericordes de guitarras desafinadas, porque dudo hasta de la propia duda y, lo peor de todo, dudo sin motivos y desde la plena convicción. Es una gran verdad eso de que no hay peor ciego que el que no quiere ver, pero claro, si el ciego eres tú y yo el vidente, es evidente que nada podrá hacer que deponga mi actitud callada. Porque si cobra voz... no habrá remedio, seguro.
Será porque lo que faltaba se ha vuelto lo que sobra y que lo que fue solución ha pasado a formar parte esencial del problema. Porque cruzar ciertas líneas a veces te hipoteca a largo plazo y, aunque, si bien es cierto que se hace camino al andar, también no lo es menos que, de tanto tropezar, uno acaba cansándose, en el mejor de los casos, y, en el peor, cayendo.
Será, simplemente, quizá, que llevo cerca de una semana sin dormir bien, que el cansancio me posee y que nada más que tengo pies izquierdos para levantarme de la cama últimamente.
Este cóctel molotov tiene la mecha puesta... y, sin embargo, confiemos en que no haya chispa que lo haga explotar.