"San Lorenzo en la parrilla/les decía a los judíos/echad más leña, cabrones,/que tengo los huevos fríos."
Todos los que me seguís habitualmente sabéis de sobra que yo no soy muy de rasgarme las vestiduras... bueno, mentira, sabéis que me apunto al turno de oficio de las causas perdidas en cuanto puedo.
Pero si me las he rasgado en mayor o menor grado en ciertas situaciones, lo de hoy va a quedar pequeña a una boda gitana. Vamos a ver, para empezar me reafirmo de lo que dije un par de post atrás a boca abierta y en mayúsculas: TENEMOS LO QUE NOS MERECEMOS, LA TELE QUE NOS MERECEMOS, LA MIERDA DE TELE QUE NOS MERECEMOS.
Eso sí, Telecinco se ocupa de dárnosla calentita y triturada, para que nos la traguemos sin tener, siquiera, que masticar. El menú es poco variado: vísceras, gran hermano y cuarto y mitad de la esteban, que es como el perejil para Arguiñano, tienen que haber un poquito en cada plato y en el lugar que más se vea.
Os advierto antes de seguir que creo que voy a usar lenguaje soez, porque el blog es mío y me lo follo cuando quiero y hoy estoy en pleno celo por mala leche. En fin, que Telecinco decide cargarse de un plumazo Operación Triunfo, con nocturnidad y alevosía, sin dar ningún tipo de explicación. Obvio, todos la sabemos: audiencia. ¿Malos datos de audiencia? Para nada, discretos sí, malos no. Mucha programación se mantiene en parrilla con los mismos porcentajes.
Pero Telecinco está por encima de estas cosa, hombre, o qué pensáis. Telecinco condena a las tinieblas al programa que ha supuesto la dignificación de la telerrealidad, mientras nutre toda su programación con Gran Hermano, que es justo el ejemplo más grande de basura nutritiva, que sirve para llenar horas y horas de programación. Y es como el caballo de Atila, arrasa con todo.
Hace mucho que no veo tele antes de las diez de la noche, pero sé perfectamente que la programación de Telecinco se resume en programas chonis, programas de vísceras y telerrealidad en turno de mañana, tarde y noche respectivamente. Ya ni siquiera se molestan en producir o comprar grandes series, como las que antaño le reportaron tan buenas críticas.
Lo de las vísceras es algo patético hasta el punto de que han llegado a hacer programas sobre ellos mismo, los propios colaboradores son a su vez entrevistadores y entrevistados, dan noticias, gestionan información y al mismo tiempo la generan... juez y parte, por no decir otra cosa.
Pero centrémonos en la telerrealidad. Yo no estoy en contra de esto por definición. Es más, en tiempos fui un defensor de Gran Hermano, en su primera edición, cuando todo era cándido. Luego se resabiaron y el programa degeneró en estrategias, papeles, traiciones... pasó de ser un programa blanco, amarfilado si se prefiere, a algo amarillo amarillísimo; de la inocencia y el positivismo pasó al escaparatismo, la carnaza y la búsqueda del morbo por el morbo. Hasta tal punto que lo único que querían los concursantes es un maletín repleto de euros y usar el programa como plataforma para hacerse sus televisiones de colaboradores, en el mejor de los casos, o vendiendo sus miserias, querella y desdichas, en el peor.
Operación Triunfo iba camino de sufrir la misma suerte desde su desembarco en Telecinco, de no ser por una razón poderosa: la propia esencia del concurso, que no llegó a perderse gracias a gente que la mimó edición tras edición, por más chats espectáculo o Ristos Mejides y artificios como la sempiterna lucha jurado contra claustro que a punto estuvo de repetirse en esta última (confiemos que sólo de momento) edición.
Telecinco se carga todo lo que cae en sus manos, pero con OT no lo consiguió y el precio que tiene que pagar ahora es su condena al ostracismo televisivo. Mucho se ha hablado de esta edición con el regreso de Nina a la dirección de la academia y el cambio de presentador para las galas. De Nina no se puede decir nada malo, es lo mejor que le ha pasado a Operación Triunfo, de hecho ella es la esencia, la que creó y fomentó en aquella primera edición toda la filosofía del programa que ahora se volvía a recuperar. Pilar Rubio podrá ser muchas cosas, no creo que que sea ni la mejor, ni la peor, pero seguramente en un par de galas más tendría un rodaje y una soltura más que suficientes. Eso sí, lo del cachondeo de la dirección de cambiar normas sobre la marcha, eso no tiene disculpa, por más que se la busques, ya que no es ético y crea en el espectador una sensación de manipulación muy fuerte.
En fin, quédese la cadena con su Gran Hermano, ejemplo de un atajo de vagos superficiales cuya única aspiración es vivir del cuento, huyendo del esfuerzo y de toda mínima dificultad. Quítese del medio, sin embargo, Operación Triunfo, un modelo de valores, que fomenta la ilusión, el esfuerzo, el saber hacer y la formación para conseguir un fin y desarrollar un talento. Si la audiencia, así lo quiere, así sea, que ya decía Lope de Vega en el Arte Nuevo de Hacer Comedia: "porque, como las paga el vulgo, es justo/hablar en necio para darle gusto". Pero luego no nos quejemos de la telebasura porque, vuelvo a repetir TENEMOS LO QUE DEMANDAMOS, TENEMOS LO QUE MERECEMOS. Y no sólo eso, sino que este patetismo televisivo es un reflejo de la realidad social y, a su vez, un modelo para educar a las nuevas generaciones... pero tanto de lo mismo, si así lo queremos, así lo tendremos.
Mientras tanto, Telecinco deja otro muerto en la cuneta. Primero fue CNN+, no resultaba rentable. La solución, un canal GH 24 Horas. Ahora es Operación Triunfo, que no se merece un final así, no ya por lo que pueda aportar, sino siquiera por los momento de esplendor, las noches antológicas, las grandes audiencias que le ha dado a la casa y, aún más, el respeto a un formato limpio que ellos mismo terminaron por joder. Confiemos en que, pasado un tiempo prudencial, alguna cadena quiera retomar el proyecto y todo esto en lugar de una muerte súbita se quede en un coma profundo.