"Pulvis sumus et pulvis reverterimur."
Aviso para navegantes: el presente post puede herir ciertas sensibilidades, si tienes menos de 18 años deberías salir inmediatamente y si lees esto es bajo tu propia responsabilidad (sinceramente si tuviera tu edad me dedicaría a la práctica en lugar de leer tanta teoría), y desde luego aviso que voy a hablar explícitamente de sexo y, para ser más concreto de sexo homosexual... así que sois libres de seguir o dejarlo en este punto, pero luego no quiero llantos ni ajustes de cuentas, ni intentos de censuras.
Una vez dicho esto, empiezo diciendo que, curiosa y paradójicamente, a pesar de que mis circunstancias no son las más idóneas, desde que he dejado de vivir sólo y he vuelto a casa de mis padres, mi vida sexual ha pasado ha ser notablemente mejor. De hecho, ha empezado a ser, ya ha pasado de nula a escasa, que es todo un paso...
En estos últimos dos años, creo que debido a que he roto con ciertos tabúes que me atenazaban, y no hablo de ningún problema de orientación o aceptación, sino de esos tabúes que todos tenemos independientemente de nuestras tendencias; como decía, en estos dos años, estoy disfrutando plenamente de mi sexualidad.
Si tuviera que dividir mi vida sexual en etapas, podría decir que de los catorce a los veinticinco he vivido una etapa de descubrimiento y experimentación. Me he ido conociendo, he ido descubriendo mi cuerpo, como funciona, cómo reacciona ante ciertos estímulos y qué estimulos son los más adecuados para que reaccione de según qué manera. He descubierto lo que buscan mis contrincantes amatorios o mis compañeros en tales lides, según se quiera mirar. He vivido la experiencia santa del sexo en pareja estable y me he enfrentado a los demonios del sexo esporádicho y de la promiscuidad (muy sui generis, que yo soy rarito) hasta comprenderlos y renegar de la mala visión que sobre todo esto tienen según qué sectores. He aprendido lo maravilloso que es dormir abrazado a mi pareja de dos años después de hacer el amor y también lo placentero y agradable que es levantarse y vestirse después de echar un buen polvo, saliendo por la puerta sin siquiera intercambiar teléfonos...
Pero ahora es distinto, a partir de los veinticinco puedo decir que estoy en una etapa de afianzamiento: sé lo que quiero, sé cómo lo quiero, sé con quién lo quiero y sé cómo se hace... Disfruto del sexo en todas sus facetas, me encanta, pero no a cualquier precio. Sigo creyendo en que lo ideal es la unión de sexo y sentimiento, pero no desdeño el sexo por el sexo, porque a veces, lejos de ser un fin en sí mismo, también puede ser un medio para conocer a otra persona y, en cualquier caso, si dos personas se ponen de acuerdo para practicar algo que les proporcione placer sin hacer daño a otros ni a sí mismos, ¿cuál es el problema?
Me río porque he descubierto ciertos tabúes tan arraigados que son considerados verdades universales. El coito anal, lo de dar por el culo, vaya, no es el fin imprescindible de ninguna relación sexual homosexual, no hace falta llegar, se pueden hacer muchas cosas, sobre todo porque todos nos encasillamos en activos y pasivos y si dos del mismo apellido se topan en una cama, no por eso tienen que renunciar al sexo... porque tampoco existe el activo ni el pasivo completos, a todo activo le han petado alguna vez y todo pasivo ha intentado explorar los recónditos rincones de algún compañero... aunque no dejen de ser experiencias traumáticas aisladas. Y también, porque, seamos serios, si damos a tocer nuestro brazo en cien mil vueltas por amor, cómo no lo vamos a dar a tocer por sexo (nos pueden más incluso las hormonas que las neuronas o los sentimientos) poniendo el culo o dejándonoslo poner en alguna ocasión...
Lo del sexo oral también es un mundo aparte, la actividad y la pasividad aquí se se definen en quien la come y a quien se la comen... pero en este apartado los comedores y los comidos somos bastante más flexibles que cuando nos ponen de espalda... y lo digo yo que me considero activo y de vez en cuando no me amarga comerme un chupa-chups. Es más le he tomado gustillo a lo de practicar el sexo oral y he de reconocer que, salvo excepciones gloriosas de faenas muy bien hechas, no suelo disfrutar especialmente cuando me lo practican a mí...
Y es que a mí lo que realmente me excita es jugar y que jueguen largo y tendido conmigo. Me excitan los besos, no paro de besar, los mordiscos, las caricias por todo el cuerpo y sentir el calor de mi oponente (léase de nuevo con el exclusivo significado de "el que tengo enfrente"). Me excita sentir su abrazo, ver como se va poniendo duro todo su cuerpo y en especial su cuerpecito, el de abajo, que va cobrando vida y se va desperezando a la vez que lo hace el mío. Y todo esto me excita más que cualquier suerte de sexo a saco, que me cuesta practicar.
Otro mito es lo del orgasmo simultáneo. Me río... simplemente me río. Ni siempre se llega a la vez, ni siempre llegan los dos, aunque esto último es menos normal. Es más, lo que hay que intentar es llegar los dos, pero lo de la simultaneidad... olvidáos, es mero cuento chino, yo que soy capaz de controlarme mucho (para esto es buenísima la masturbación, que te entrena mucho, a pesar de que te quedes ciego o se te seque el cerebro) os digo que intentar la eyaculación simultánea podría ser considerado método de tortura. Que cada uno se vaya yendo y ayude al otro después, pero eso de estar con el alma en vilo... es cruel.
En fin, depués de este relato de "delicatessen" varias, quiero añadir algo que no sé si compartiréis. Con el paso de los años, en esto del sexo, se pierde en cantidad, pero se gana en calidad. O sea, se pierde capacidad de proezas al estilo "te voy a echar tres seguidos y sin sacarlas" pero se gana en calidad, los dos (al segundo llegamos justitos, pero aún llegamos) que se echan son más intensos, más reposados y saben mejor. En fin, supongo que cada persona es un mundo y que en el fondo todo es cuestión de práctica... ale pues.
Este va por Nina, que seguro que lo disfruta, para que se alegre un poco.
