lunes, junio 30, 2008

DE SEMANAS ATÍPICAS Y DE EXPERIMENTOS CURIOSOS

"Ay, Nicaragua, sos más dulcita/que la mielita de Tamagás,/pero ahora que ya sos libre, Nicaragüita,/yo te quiero mucho más..."
Llega Julio y con él llega... con él llega el adiós y la palabra eterna. Llegan cosas que no sé si nombrar siquiera, llegan el calor y el frío a partes iguales que me inundan y me alteran en medio de este tórrido verano. Llegan adioses y holas sin despedidas ni bienvenidas de ningún tipo... ausencias que serán, quizá, más duraderas por inciertas que por medidas.
LAPSUS PRIMERO: como quiera que me resultó curioso el contador este que puse para ver desde qué puntos del orbe me visitaban, descubrí con entusiasmo que casi a diario soy frecuentado por gente de muy diversos puntos del globo. Para mi sorpresa este lugar se ha vuelto visita frecuente desde diversos puntos de mi amada latinoamérica, Nuestra América, como me gusta decirle, recordando a José Martí. Como quiero cerciorarme de tal punto, por curiosidad, propongo un juego: dejad, visitantes, cada vez que piséis por aquí, un comentario en esta entrada, comentando de dónde sois, qué os atrae por este paraje y todo lo que queráis comentar, prometo contestar, como siempre suelo hacer.
Hecho el inciso, rezo, pienso en centrarme. Mi vida, como este texto, no es más que un caos, un "totum revolutum" con incisos, paradas, acelerones y frenazos. Aunque estoy intentando llegar con un punto de cordura y dejarme manejar por el cerebro, presto viene el día marcado en el que no sé muy bien dónde quedarán mi facha y mi hiperhombría.
Sobreviviré, no cabe duda. Pero es el primer Lunes desde hace muchos años que no me despierto deseando esperanzado que llegue el Viernes... más bien me gustaría vivir el resto de mi vida en un Lunes eterno.

domingo, junio 01, 2008

DE OTRO CAFÉ CON DIOS O DE CÓMO HAY QUE DARLE TIEMPO AL TIEMPO

"El hombre que comprendiese a Dios sería otro Dios. R. de Chateaubriand"
"Dios no escucha vuestras palabras, salvo cuando él mismo las profiere a través de vuestros labios. K. Gibran."
Recojo las bolsas de la caja y, al girarme, me lo topo de bruces, con su sempiterna sonrisa puesta...
- ¡Coño, qué susto! Ten un poco más de cuidado, ¿no?
- Yo también me alegro de verte, Raiko. Aunque tú no sé si tanto, ahora que lo pienso, porque llevas casi un año sin llamarme... que si no me dejo caer por aquí y hacerme el encontradizo, no hay forma de verte.
- He estado muy liado y, entre unas cosas y otras, pues ya sabes...
- Vale, pero ahora no tienes nada que hacer, ¿no? Así que no podrás negarte a tomar un cafetín conmigo...
- Está bien, pero déjame que lleve las bolsas al coche y que llame a casa para decir que tardaré.
Dios coge un par de bolsas y me ayuda a llevarlas hasta el maletero. Lleva puesto una camiseta tirando a ajustada y unos vaqueros que le sientan divinos. Una vez que cuelgo el teléfono, ya dentro del coche, nos ponemos en marcha con destino a una cafetería bastante céntrica de Plasencia.
- Vaya, todavía viviendo con papá y mamá, ¿tú no piensas independizarte nunca?
- Mira, no empieces a picarme, que más ganas que tengo yo, no tiene nadie, pero cuando no se puede, no se puede. Además, llevo una temporada bastante chunga como para pensar en eso ahora.
- ¿Y qué te pasa, Raiko querido?
- Buah, como si no lo supieras. Tío, que eres Dios, no me vaciles, anda.
- Pues sí que se te ha agriado el carácter, cariño. Claro que lo sé todo, pero quiero que tú me lo cuentes, para tratar de entender cómo lo enfocas.
- Pues lo enfoco mal, ¿qué quieres que te diga?
Llegamos a la cafetería y pedimos un par de capuchinos. El olor a canela me sosiega un poco, mientras sigo imbuido en mis pensamientos.
- Venga, Raiko, coño, no seas pesado, suéltalo ya.
- Que lo suelte, que lo suelte... sabes que no me apetece hablar más de ello.
- Mira, tío, eres un paquete. No tienes ni sangre para pillar una rabieta y cabrearte y explotar de una puta vez.
- No me toques las pelotas, estoy tratando de llevarlo lo mejor que puedo y no darle demasiadas vueltas, ¿vale?
- Bueno, pues tú sigue con tu aire tranquilo, como si no estuviese pasando nada, verás qué bien.
Este tío sabe buscarme las cosquillas, así que salto sin remedio.
- Pues mira, Dios, que no me parece justo, que es una putada, que no creo merecerme tanta mierda. ¿Ya está bien, no?
- Oye, que yo no tengo la culpa de que te enamores como una quinceañera y que te salga mal. Quizá en vez de lamentarte y rebelarte, tendrías que pensar un poco en qué has fallado.
- Pues es que eso es lo que me jode, tío, que yo esta vez no he fallado en nada. He medido, he calculado, he sopesado, hasta me he permitido dejarme llevar, que sabes bien que no es mi estilo... He estado en todo, he hecho hasta lo imposible, pero para qué... para que de un día a otro, me venga con la cantata de que no me quiere y lo mande todo al carajo, sin ni siquiera plantearse luchar por lo nuestro.
- Cafre, es que igual eso es lo que ha fallado, que no ha fallado nada. Igual lo has pintado todo tan perfecto que ha fallado lo básico. Igual has sido tan superhombre, que lo has intimidado. Igual le has dado tanta seguridad que lo has asustado. Es que eres muy extremista, no sabes dar una de cal y una de arena.
- Joder, Dios, si es que si soy bueno, porque soy bueno y, si soy malo, porque soy malo. Tío, dame una tregua, ¿no?
- No se trata de ser bueno o malo, Rai, nadie es bueno o malo, simplemente tenemos momentos. Se trata de ser, simplemente de eso, con tus manías, tus defectos, tus limitaciones... también eres todo eso. Y se trata de dejar ser, de no resolverle del todo la vida al otro, de dejarlo que se equivoque, de dejar que se haga daño.
- ¿Pero te parece que le he dejado poco? Mira, le he dejado que me deje a pesar de que él y yo sabíamos que no era la mejor decisión, pero no quise presionarlo y decidí que si tenía que meter la pata, que lo hiciese.
- Ya, Rai, ese es tu problema, que te crees que en tus manos están todas las soluciones a todos los males del mundo y tienes que aceptar que tienes tus limitaciones. Es que igual en vez de buscar en qué has fallado, deberías dejar, por una vez, de sentirte culpable, porque lo mismo la culpa es sólo y exclusivamente suya. No pretendas ser yo.
A veces Dios es así de espontáneo y consigue sacarme una sonrisa. Y en esta ocasión lo ha hecho.
- No sé, Dios, no sé, lo veo todo demasiado confuso. No sé qué quiero y eso es quizá lo que más me asusta. Si hoy por hoy volviese a mí, no sé si me atrevería a embarcarme de nuevo en la aventura.
- Ya, pero es normal que estés confuso y tengas dudas, como te he dicho, eres humano. Lo que no me parece ya tan bien es eso que me dices, porque sé que si volviera a ti tendrías tus dudas, pero no tanto por lo que sientes, sino porque te da miedo volver a pasarlo mal si fracasais otra vez...
- De todas formas, es posibilidad ni la contemplo. Sabes tan bien como yo que es de ese tipo de tíos que cuando toman una decisión la llevan hasta el final, hasta las últimas consecuencias, aunque vea claramente que se está arrepintiendo.
- Eso nunca se sabe, nene, la gente y en especial él, puede llegar a sorprenderte cuando están en situaciones límite. De todas formas, tiempo Rai, date tiempo, que te vendrá bien, dale tiempo, sobre todo a él que lo necesita y necesita vivir cosas por las que tú ya has pasado... y dale tiempo al tiempo, que es el único capaz de colocar las cosas en su sitio.
- Tiempo al tiempo, Dios, pero es que ya estoy cansado de tanto esperar, ya no quiero más tiempos y no quiero más lutos, que bastante me duró el último...
- Tiempo al tiempo, Raiko, tiempo al tiempo.
Me quedo pensativo, mirando por la una ventana. Todo pasa... a veces vuelve. Nada queda. Todo queda. Si al menos pudiese adivinar...
- Tú que lo sabes todo, no me podrías dar alguna pista.
- Querido, las reglas son las reglas, ya lo sabes. Pero sí te puedo decir algo: no desesperes. El futuro te depara algo maravilloso, no te digo si con él o sin él, pero lo mejor está por llegar.
- Eso que me dices y nada viene a ser lo mismo, no jodas.
- Lo sé, es nada y, a la vez es mucho. Sigue tu camino.
Y como los cafés han alcanzado la temperatura que nos invita a tomar el último sorbo, lo hacemos y abandonamos el local cogidos por la cintura, como los amantes que somos y no somos. Tras un estrecho abrazo un beso semihúmedo en los labios, nos despedimos. Él, simplemente, dobla una esquina y se pierde entre la bruma. Yo... vuelvo al coche y retomo el camino a casa, haciendo el firme propósito de que, en breve, le haré una llamada para darle alguna buena noticia, a sabiendas que no le caerá de sorpresa. Quizá esta noche pueda volver a conciliar el sueño... Tiempo al tiempo.