lunes, mayo 18, 2009

MURIÓ MARIO... MUERE BENEDETTI

"Me he ido quedando sin mis escogidos/los que me dieron vida/aliento/paso/de soledad con su llamita tenue/y el olfato para reconocer/cuánta poesía era de madera/y crecía en nosotros sin saberlo/Me he quedado sin Proust y sin Vallejo/sin Quiroga ni Onetti ni Pessoa/ni Pavese ni Walsh ni Paco Urondo/sin Eliseo Diego sin Alberti/sin Felisberto Hernández sin Neruda/se fueron despacito en fila india".
Y así, en fila india, se ha unido Benedetti a la amplia nómina, precedido hace meses por la Vilariño. Mario se fue hace años, cuando se le apagó su Luz.
No puedo decir más, no tengo ganas de hacer biografías ni de escarbar poemas. Hay muchos y muy buenos, pero para mí Benedetti siempre será "Te quiero", un poema dulce y tan grande por simple como simple por grande.
Os mando un pésame Urbi et Orbe, porque la pérdida es universal. Especialmente a ti, Uruguay, que con la marcha de Idea Vilariño en Abril y hoy la de Mario Benedetti, te vas quedando huérfano de nombres, poco a poco...

martes, mayo 12, 2009

SANTA BÁRBARA

“Santa Bárbara bendita,/que en el cielo estás escrita/con papel y agua bendita./En el ara de la Cruz,/Pater noste(r), amén Jesús”
Santa Bárbara es una de las santas más populares del canon católico, al menos en el ámbito hispánico. Claro que el top ten de los santos no se mide por los discos que venden ni por ninguna otro medio cuantificable, diréis. De acuerdo, pero nos podemos basar en la frecuencia en la que se la cita en dichos populares, en las veces que aparece en la toponimia o en que forma parte del pateón de la santería...
Santa Bárbara vivió allá por el siglo III y era hija de un rey sátrapa. Este parece ser el único dato sobre el que todas las versiones se ponen de acuerdo, habiendo incluso quien duda de su existencia. A partir de aquí leyenda e historia convergen y divergen.
El hecho es que Bárbara fue encerrada en una torre por su padre, dice la versión religiosa que para evitar que el cristianismo incipiente entrase en ella; según la versión pagana, mucho más romántica, para que su belleza no pudiese ser mancillada por ningún hombre. En una ausencia de su padre, la muchacha se convierte al cristianismo y manda hacer en su torre tres ventanas que simbolizan la Santísima Trinidad.
Cuando el padre se enteró del significado de las ventanas, mandó matar a Bárbara, pero esta logró escapar y refugiarse en una roca que, milagrosamente, se abrió para que ella pudiera guarecerse. Con esto y con todo, la joven finalmente fue capturada y, tras sufrir crueles torturas, es llevada ante el juez por su padre, que también se encarga de aplicarle la pena de decapitación con sus propias manos. No bien hubo ejecutado la sentencia, un rayo lo fulminó, de ahí que a la buena santa y mártir desde entonces se le encomienden los fieles para alejar las tormentas.
Últimamente, me siento como Santa Bárbara... sólo se acuerdan de mí cuando truena.

martes, mayo 05, 2009

APUNTES CORDOBESES

"¡Oh excelso muro, oh torres coronadas/De honor, de majestad, de gallardía!/¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,/De arenas nobles, ya que no doradas!/¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,/Que privilegia el cielo y dora el día!/¡Oh siempre glorïosa patria mía,/Tanto por plumas cuanto por espadas!/Si entre aquellas rüinas y despojos/Que enriquece Genil y Dauro baña/Tu memoria no fue alimento mío,/Nunca merezcan mis ausentes ojos/Ver tu muro, tus torres y tu río,/Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!"
Termino mi puente cordobés con la panorámica de la ciudad contemplada desde el Cerro Muriano, tratando de que quede bien grabada en mi memoria y, mientras le doy la espalda, se me vienen a la cabeza los versos lorquianos "Córdoba, lejana y sola, [...] aunque sepa los caminos, yo nunca llegaré a Córdoba".
Y ahí se queda, mientras me alejo, desde la altura, la llamada no en vano, Córdoba la llana. Aunque la excusa para la visita a Córdoba no ha sido otra que la boda de una amiga, no pudo elegir mejor que el puente de Mayo, cuando la ciudad entera se echa a la calle y se viste de flores y risas para celebrar sus cruces.
Lo cierto es que tenía una deuda antigua con el lugar, ya que desde hace años estoy muy relacionado con ella por motivos laborales. Y, aunque las idas y venidas allí de gente cercana a mí son constantes, no conocía Córdoba. Hasta hoy. Y lo mejor es que me queda tanto por ver...
Regresaré, seguro, porque no he podido ver la Mezquita Catedral, apenas unos cuantos monumentos tuve la oportunidad de recorrer, pero tengo pendiente la visita a la Córdoba andalusí. Porque este puente no podía dejar de lado la vivencia extrema, la Córdoba de calle, de cruces y flores, de rebujito y sevillanas, de cantes dispares y guasas festivas. La Córdoba de Mayo, que entre cruces, patios, rejas, balcones y ferias, deja verse así, sencilla, a modo de pueblo, para disfrute de propios y extraños.
He podido patear calles, pisar adoquines, rozar cemento, que es, a mi forma de ver, hacer turismo de la maneras más íntima. Y en estos ires y venires de cruz a cruz he podido, a pesar de todo, contemplar lugares y obras emblemáticos, como el Cristo de los faroles, la plaza del potro, en todo su explendor colmada con sus cruces... e incluso alguna que otra de las Iglesias Fernandinas: La Magdalena o San Pedro.
Y, de cualquier manera, ahí seguirá Córdoba, la mora, la cristiana, la popular, la llana, la floreada y mística, esperándome, en cualquier momento. Porque la belleza de Córdoba radica no en su uniformidad, no en sus espacios, no en su estructura. Córdoba es una ciudad de rincones, de parajes mágicos que esperan a quien quiera pisar, relatando una historia oficial, una más legendaria: Córdoba sultana, romana, judía y niña mimada del rey santo cristiano.
Una Córdoba en la que el tiempo se estanca en los muros y evoluciona en sus gentes. Es curioso, como el gen de la españa musulmana se deja entrever en la belleza de la mujer cordobesa, no recuerdo haber visto tanta morena de ojos claros junta en ningún otro sitio. Los chicos, qué voy a decir yo... no están mal, pero por una vez y sin que sirva de precedente me ha llamado la atención la belleza proverbial de la mujer cordobesa.
He de volver a Córdoba, lo tengo prometido, no sé cuando, sé con quién, porque en conversaciones furtivas a altas horas de la madrugada, prometí enseñar cada rincón de la mítica Córdoba, sin poner fechas fijas ni aun aproximadas.