"Lo que siento por ti es tan difícil./No es de rosas abriéndose en el aire,/es de rosas abriéndose en el agua./Lo que siento por ti. Esto que rueda/o se quiebra con tantos gestos tuyos/o que con tus palabras despedazas/y que luego incorporas en un gesto/y me invade en las horas amarillas/y me deja una dulce sed doblada./Lo que siento por ti, tan doloroso/como pobre luz de las estrellas/que llega dolorida y fatigada./Lo que siento por ti, y que sin embargo/anda tanto que a veces no te llega."
El reflejo del relámpago en el espejo, lejos de inquietarme, me calma, me prepara aquí, en mi cama, para que el trueno estrepitoso no me sorprenda.
No me sorprendo... hoy me he vuelto a enamorar, de ti, de nuevo. ¡Tan fácil y complicado esto de querernos a días sueltos! Esto de amarse de manera irracional en días de tormenta, de echarse de menos cualquier tarde tonta de nubes y claros. Y seguir viviendo sin perder el compás de los días de sol y las noches de calma, de trópico y duda.
Este ser ilógico de calor y nubes negras, de bochorno asfixiante que se invierte en ternura si te imagino en blanco, bailando con la lluvia, brincando con el rayo, moviendo las caderas al son del trueno incierto, con ese aire latino, de tropical tormenta, que me hizo imposible enseñarte el pasodoble.
Ese vals incesante de tiempos ya pasados que bailamos girando en las nieves de un invierno tan cálido al giro, tan súbito a vientos, tan copo a copo frío de vueltas tres por tres, en pisadas mullidas en negro sobre blanco.
Un ardor incesante de una noche cualquiera con la luna muy roja en el escaparate y de fondo una música: medios tiempos de adioses.
Y, al fin, volveré a verte, pronto, sin que paren los bailes, con una suave brisa de un tórrido verano, sin que cesen las notas, danzas nuevas y antiguas, que rompan el silencio de la calma que llega después de la tormenta.