A pesar de que te decía que te quise desde el primer momento en que te vi, te he mentido. Me doy cuenta de que te amo con carácter retroactivo, como si nacer para encontrarte hubiera sido mi fin último.
Y es que, a pesar de todo, esto no se me pasa. Lo único que siento distinto es cierta impotencia, porque ya no es tan fácil como coger el coche y recorrer los ocho kilómetros que nos separaban, ahora son ocho mil... pero quien dijo que la distancia hace el olvido, o nunca estuvo enamorado, o tiene muy mala memoria.
Así que ya no lucho contra las circunstancias, porque las cosas vienen como vienen y no estoy dispuesto a estar dando palos de ciego, sino a afrontarlas y asumirlas, sin dejar de hacer lo que esté en mi mano, pero sin llegar a partirme la muñeca. Sabes que soy de suave mano izquierda y firme mano derecha, pero la una y la otra encajaban en las tuyas... por eso prefiero seguir conservándolas íntegras, por si tengo que volver a caminar tomado de ellas.
Ahora la suerte es un elemento inócuo, la cosa esta entre tú y tú; que no es poco, porque tú eres tú y tus circunstancias, sumados a tus complicaciones, tus cabezonerías, tus desaires, tus arrepentimientos y tus deseos de trascendencia. Y esto es algo con lo que ni siquiera yo puedo luchar, no por falta de valor, sino por sobra de cordura, porque ya conozco perfectamente mis límites, a pesar de que algún tiempo estuve perdido, vagando en mi propio, personal y oscuro desierto con mis ínfulas de superhombre de tres al cuarto.
Y aunque dentro de mí noto la esencia, comprendo que soy un hombre nuevo, que he cambiado. Soy el que era mucho más perfecto, porque tú me has ayudado a conocer ciertos límites de mí de los que yo ni siquiera era consciente, límites que he reconocido, que me he autoimpuesto, que te he respetado o que he rebasado asumiendo las consecuencias... y todo esto por ti, contigo, con tu ayuda, tu causa, tu complicidad o tu inspiración, las que dabas de amigo, amante, novio y poeta.
Creo que tú también eres nuevo, te reconozco más tú, siendo otro sin dejar de ser tú mismo. Sin meterme en más jardines semánticos, te veo recio y auténtico en la distancia. Creo que estás aprendiendo a hacer lo que quieres dentro de los límites razonables, a pensar más en tu yo interior que en tu yo mundano. Y, si mi perfección estriba en reconocerme y asumirme imperfecto, tu asignatura pendiente es aprender a arrepentirte y rectificar. En realidad, no sé si llegarás a conseguirlo, pero por lo que dejas entrever, de momento, vas por muy buen camino.
Quizá no fue nuestro momento y todo falló porque tenía que fallar. Quizá tampoco estábamos en posición de retomar nada porque era volver a pisar sobre terreno pantanoso. Y quizá lo sea ahora porque ambos necesitábamos una catarsis más que necesaria para poder llegar a ser lo que somos para nosotros mismos y para el otro, a pesar de que las circunstancias hagan que todo sea difícil. Pero eso se sabrá a su debido tiempo, he esperado y no voy a desistir, menos ahora que nunca, que siento, o más bien presiento, que está cercano el desenlace.