viernes, noviembre 21, 2008

APUNTES SOBRE HISPANOAMÉRICA (II): LA IDIOSINCRASIA HISPANOAMERICANA

"De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas."
Siguiendo con la aproximación conceptual al mundo hispánico, analizaremos ahora ciertos conceptos que creo que deben ser tenidos en cuenta a la hora de acercarnos a su realidad. Mi intención, en un principio, era resolver el entramado conceptual en una sola entrada, pero debido en primer lugar a la extensión y en segundo a mi intención de entrar a paso no forzado en la materia, me he decidido a hacer una primera muy descafeinada, casi de manual de colegio y después esta otra, mucho más concreta y quizá más polémica, en el sentido de que, a pesar de mi intención de ser lo más objetivo posible, no puedo negar que la realidad que conozco, desde la que parto, no puede dejar de influirme. Entremos, pues, en materia:
- Primer Mundo, Segundo Mundo y Tercer Mundo: Si bien estos conceptos nos son bastante familiares, por la difusión en los distintos medios de comunicación, hablamos de un Primer Mundo, países cultural y económicamente desarrollados, frente a un Tercer Mundo de países subdesarrollado en los mismos campos. El término Segundo Mundo es algo más complejo; tradicionalmente, en la época de la Guerra Fría, era aplicado al bloque de países de la llamada "experiencia socialista" o socialismo real, caracterizados por una economía desarrollada, basada en la propiedad pública, y un desarrollo cultural y tecnológico nada despreciable. Pero con la caída de la URSS y sus satélites de Europa del Este el término cayó en desuso. Hoy día el término ha quedado reducido a denominar a los países en vías de desarrollo o a aquellos que, de una manera u otra, están relacionados con el socialismo. En el caso de Hispanoamérica, vamos a observar que, en uno de los bloques, ambos elementos confluyen. En este sentido la realidad no es uniforme en el territorio hispanoamericano. Frente a países completamente capitalistas y con fuertes economías desarrolladas, podemos encontrar no pocos en vías de desarrollo y alguno que pudiésemos considerar subdesarrollado. Es más, dentro de las propias economías más o menos desarrolladas, podemos encontrar una serie de notables diferencias entre poblaciones rurales y urbanas y una fuerte estratificación de clases; podemos decir, por lo tanto, que prima la desigualdad, en sociedades con una escaso porcentaje de clase media, un reducido grupo de clase alta y una mayoría de clase baja.

- Individualismos nacionalistas y Panamericanismo: Lógicamente, los principios de fermentos independentistas en las colonias partían de un sentimiento de individualización frente a la metrópoli y una necesidad de afirmar la propia identidad. Esto se verá reflejado muy pronto en el ámbito cultural, con diversas manifestaciones en las que cada nación exhibe o canta las glorias pasadas, sentando las bases identitarias que les llevará a ser una nación entendida en el sentido moderno. Pero, a la vez, desde tempranas etapas del proceso independentista, se ha intentado fomentar un sentimiento de cierta unidad supranacional, basada en elementos como la vecindad, lo común de la cultura y la lengua y la posibilidad de comercio. Ya el propio Simón Bolivar en 1826 convoca en Panamá a todas las recién creadas repúblicas americanas, sentando así las bases del panamericanismo. También sienta las bases del comportamiento respecto a este fenómeno de los Estados Unidos de Norteamérica, que declinó la asistencia, pero este punto lo desarrollaremos más adelante cuando veamos el fenomeno del "yankismo", centrándonos ahora en los esfuerzos panamericanistas de la américa hispana. De aquí en adelante, Hispanoamérica se ha visto "condenada" a entenderse, preservando sus identidades nacionales, pero sin dejar de lado a los vecinos a los que culturalmente se siente unida. Otros hitos del panamericanismo pueden ser la denominada Unión Panamericana, que podemos situar entre el último tercio del siglo XIX y mediados del XX, con una mayor presencia del vecino del norte con actitudes más intervencionistas y proteccionistas que unitarias. A pesar de esto, entre las naciones que nos ocupan, se lograron amplios acuerdos y avances en temas legales, comerciales, militares y de cooperación, sirviendo también de punto de encuentro para sofocar ciertos problemas territoriales y diplomáticos que se plantearon entre ellas. La Unión Panamericana da paso en 1948 a la O.E.A. (Organización de Estados Americanos), que, a pesar de seguir su andadura y conseguir importantes logros en el terreno social, pierde peso a partir de la expulsión de Cuba en 1962, básicamente por presiones estadounidenses, lo que da lugar a un nuevo concepto de panamericanismo promulgado por la nación caribeña y que buscará aliados mirando más a la américa hispana en contraposición al enemigo anglosajón. El nuevo panamericanismo imperante hoy día, a pesar de contar no pocas veces con el amparo de la O.E.A., tiende a buscar posiciones bilaterales, vecinales o hispanoamericanistas en lugar de un panamericanismo total y efectivo. En conclusión, la américa hispana, trató de conservar una unión supranacional desde un principio, a pesar la de necesidad de afirmar las identidades nacionales que darían paso a su indepencia. Su intensidad se asienta en movimientos pendulares de unitarismo y afirmación nacionalista en diversas épocas de la historia, como puede pasar con el europeísmo en nuestro continente. El panamericanismo es, además, un sentimiento que deja a la luz una brecha sustancial, mientras que el bloque latino y, más concretamente, el hispano, tiende a entenderse y no fragmentarse, basándose en la identidad común lingüística y cultural; las relaciones se hacen mucho más difíciles cuando el componente anglosajón entra en escena, veamos a continuación qué es el yankismo en produndidad.

- Yankismo, Europeísmo e Indigenismo: Como ya hemos visto en el apartado anterior, a pesar de los esfuerzos por un panamericanismo real y total por parte, sobre todo, de las naciones de América Latina, Estados Unidos ha tenido siempre una posición bastante reticente en este campo. Básicamente, la relación continental de los Estados Unidos de Norteamérica, se ha regido a lo largo de su historia por la llamada Doctrina Monroe, expuesto por el presidente que le da nombre el 2 de Diciembre de 1823. Por decirlo de un modo muy resumido, la doctrina Monroe plantea dos líneas principales. Por un lado repudia el intervencionismo europeo en las recientemente independizadas repúblicas americanas, así como la instauración de sus formas de gobierno e instituciones, y se reserva la potestad de conquista de todos los territorios vírgenes de Norteamérica. Por otro lado, establece la tendencia diplomática de Estados Unidos hacia la escasa o nula implicación en complicadas alianzas de política exterior, justificando así no emprender acciones de ningún tipo en Europa ni sus colonias. Ambas posturas, como puede verse, no dejan de entrar en contradicción, de manera que la Doctrina Monroe ha sido esgrimida para fines tan enfrentados entre sí como negar la cesión de territorios de Estados Unidos a países europeos y anexionarse territorios que antes pertenecían e ellas, no acudir a la cumbre panameña de Bolívar y reservarse los derechos a controlar con exclusividad el canal de Panamá, intentar un panamericanismo total mediante la creación de la O.E.A. y a la vez presentar una política exterior intervencionista con los países hispanoamericanos con la excusa de frenar la expansión comunista, como el caso cubano o las intervenciones en Nicaragua y la lucha con la contra nicaragüense, el derrocamiento de Allende en Chile, Arbenz Guzmán en Guatemala, Noriega en Panamá y, más recientemente, el caso de Aristide en Haití. Las relaciones de Estados Unidos con los países latinoamericanos, en general, han sido bastante contradictorias, a veces interviniendo en la política interior de estos, no pocas veces, por cierto, con la aquiescencia de ciertos mandatarios. Las líneas de intervención de Estados Unidos son claras: lucha contra las políticas de corte comunista y salvaguarda de sus intereses geopolíticos. De esta suerte, resulta el general antiyankismo de ciertos estados o sectores hispanoamericanos, no pocas veces ligados a ideologías de izquierdas, o el americanismo acérrimo de otros sectores en relación con intereses comunes; opciones ambas, que pueden fluctuar incluso en un mismo estado en distintos gobiernos y que se acrecenta más en función de la cercanía geográfica que se tenga al Norte continental, digamos que es un tema de bastante calado sobre todo en Norte y Centroamérica y la zona Caribe.
El europeísmo, sin embargo, es más característico del cono sur. También las simpatías y antipatías hacia el Viejo Continente han sido fluctuantes a lo largo de la historia de los estados hispanoamericanos. Partimos desde el rechazo visceral en la época colonial que llevó a la independencia, enfocado sobre todo contra las potencias dominantes. Sin embargo queda un poso psicológico bien definido en el componente cultural de ciertos pueblos que ven a Europa como cuna de la civilización moderna y símbolo de un primer mundo completo sin el estigma del capitalismo feroz que puede representar Estados Unidos. Pondremos el claro ejemplo de la zona rioplatense, que debido al fuerte desarrollo y a la escasa población indígena, unida a las altas cotas de población inmigrante, sobre todo en el siglo XX, proveniente del continene europeo, tiene muy a gala ser la Europa del Nuevo Mundo. Se dice que Buenos Aires es la capital más Europea de América. Pero no hay que olvidar que lo que para unos es un orugullo, para otros representa un fuerte rechado debido a lo que supone de negación de las propias raíces históricas más profundas, una eterna controversia en el área de la América Hispana.
Cuando hablamos de indigenismo, podemos decir que tampoco es algo nuevo, ya el propio Fray Bartolomé de las Casas y otras voces afines apoyaron, de manera muy "suis generis" si se quiere, el trato hacia el indio y el lugar que este ocupa en la economía y en la sociedad. Sin embargo, en el siglo XX, movimientos indigenistas, reclaman el derecho de los pueblos aborígenes a formar parte activa del desarrollo y conjunto de la sociedad de determinados estados, a tener un lugar. Este movimiento es desigual en el continente, pero tengamos en cuenta que existen estados como Bolivia o Guatemala, donde la población indígena es muy importante y, por ello, reclaman protagonismo en el devenir histórico y cultural del país. Esto, sin embargo, no plantea mayores problemas en otros contextos estatales. Se trata muchas veces del eterno equilibrio, difícil de alcanzar, entre la conservación de tradiciones y modos de vida, con lo que suponen de afirmación nacional, y el progreso hacia una globalización imperante, que desvirtúa, pero de la que si no se forma parte, puede conllevar procesos de marginación.
En resumen, el problema identitario Hispanoamericano se debate en tres frentes amplios, de mayor o menor peso según la situación geográfica y la propia historia de cada estado: la afirmación o alejamiento de las raíces indigenistas, la mirada hacia el otro lado del océano como ejemplo de civilización, pero a la vez, con, no pocas veces justificados, resentimientos de índole histórica y las no siempre fáciles y apetecibles relaciones con la potencia del Norte; todo ello aderezado con la tendencia a mantener relaciones fraternales con los similares en cultura e historia, sin dejar por ello de tener una individualidad estatal, como apuntábamos en el apartado anterior.

- Militarismos, Paramilitarismos y Populismo: el militarismo ha sido, no pocas veces, la lacra de las sociedades hispanoamericanas. Raro es el estado que, en algún momento de su historia, no ha sufrido la toma del poder, las menos veces de forma pacífica, las más de forma golpista, por parte del estrato militar. Quizá la fuerte separación entre poderes civiles y militares en los países americanos, hace que, a la más mínima oportunidad, basándose en motivos de seguridad nacional o de inestabilidad de la patria y conceptos semejantes, los militares tomen el poder y se perpetúen en él, derrocándose incluso un gobierno militar por un golpe de otro. Por una parte, son regímenes fuertemente autoritarios y bastante antisociales, que tienden a perpetuarse en el poder a espaldas del pueblo. Por otra parte, suelen traer aparejados gran cantidad de episodios sangrientos, crímenes contra la humanidad... Si bien parece que a partir de la década de los ochenta la tendencia de los golpes militares en hispanoamérica ha desaparecido, no es más cierto que cada vez que se dan casos de cierta inestabilidad política, no dejan de escucharse rumores de intervenciones militares. A todos se nos vienen a la memoria ciertos nombres como Noriega, Videla, como no, Pinochet, pero también Castro o Chávez (si bien este último es un tirano especial que ha conseguido por las urnas lo que no ha conseguido por las armas), para reconocer que el golpismo militar no entiende de ideologías de derechas o izquierdas.
El paramilitarismo es también un factor integrante de muchos estados hispanoamericanos. Cuando hablamos de paramilitarismo nos referimos a grupos armados organizados a modo de ejército, con sus jerarquías, armamentos y formas de lucha, que están fuera de la ley, actúan al margen de esta y no tienen una filiación oficial con el estado y generalmente luchan en contra de él y sus principios, si bien hay grupos paramilitares que luchan por los fines del estado en el que desenvuelven sus actividades, como una forma de ir más allá, de llegar más allá de donde puede hacerlo la justicia formal. En general estos grupos paramilitares y guerrilleros en hispanoamérica han estado ligados a ideologías de corte revolucionario o independentista valiéndose de su ideología para todo tipo de acciones armadas que no respetan convenios de ingún tipo. Suelen ser movimientos esquivos y enquistados en la realidad nacional, con organizaciones complejas y al frente de los cuales puede haber ideólogos que saben manejar a su grupo de forma inteligente; de tal manera que no es fácil erradicarlas. Se pueden citar ejemplos como Sendero Luminoso, Túpac Amaru, la Contra Nicaragüense o las FARC.
Por populismo entendemos aquellas corrientes políticas que apelando al pueblo como fuente de poder, plantean aversión, a veces real, otras tan sólo discursiva, a las élites económicas e intelectuales, a las corrientes politicas tradicionales y promueven un enfrentamiento de clases, generalmente confrontando a las clases económicamente pudientes con las débiles, a las que hace identificarse con el concepto pueblo con todo lo que esto conlleva. Este es precisamente el mayor pecado de los gobiernos populistas, que crean un enfrentamiento de clases artificial, en lo que se refiere a que es un conflicto que de forma natural no sería tan intenso si no se viera alentado por estos gobiernos, lo que da pie una inestabilidad social de consecuencias inciertas. También, a la larga, son políticos demagogos, cuyo discurso no se ajusta a la realidad que pretenden para el país ya que son políticas muy eficientes e idealistas en el nivel teórico, lo que ilusiona al pueblo y lo cohesiona alrededor de su mandatario, pero muy difíciles de llevar a cabo en el nivel práctico. Otra arma de doble filo del populismo es el hecho de identificar al pueblo con el poder y con quién lo ocupa, de manera que todo aquel que esté en contra del régimen imperante, está contra el pueblo y no puede ser considerado como tal, con lo que quedan relegados a ser antipatriotas, enemigos del estado y cosas similares. Actualmente podemos entender como gobiernos de corte populista a la franja profidel encabezada por Chávez en Venezuela y seguido muy de cerca por Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua. El populismo en la actualidad está fuertemente ligado a las políticas de izquierdas que enarbolan la causa revolucionaria, indigenista o antiestadounidense.

- Catolicismo de la liberación, protestantismo y tradiciones indígenas: El elemento religioso entró en hispanoamérica desde las primeras etapas de la conquista y colonización. El hecho de extender el catolicismo por el Nuevo Mundo fue tomado como una especie de nueva cruzada por parte del imperialismo español con el consentimiento y apoyo de las autoridades vaticanas. Así pues, el catolicismo arraigó pronto entre las comunidades indígenas, además de ser practicado por los inmigrantes provenientes de España. Pero también desde el principio, la Iglesia en Hispanoamérica ha desempeñado un fuerte papel social, en la educación y aculturación de la población indígena, en un principio, y en la actualidad, ejerce sobre todo un fuerte labor social de alfabetización y ayuda, sobre todo en los puntos más rurales y con escasez de recursos. De hecho, este es el germen perfecto para que en el siglo XX surgiera la denominada Teología de Liberación, de cuño Hispanoamericano, que pretende que la Iglesia juegue un papel preminentemente social en favor de los desfavorecidos, dejando en un segundo plano la labor evangelizadora y dogmática al uso. Este movimiento, que ha contado con no pocas críticas por parte de la catolicidad oficial, es, de hecho, la principal corriente funcionalista de la Iglesia Hispanoamericana y da pie a paradojas que nos resultan un tanto difíciles de entender en esta parte del océano, como que la Iglesia simpatice con la izquierda política, dándose, por ejemplo, el caso de un ministro sacerdote, Ernesto Cardenal, que ocupó la cartera de cultura del gobierno nicaragüense entre 1979 y 1987. También esta forma de entender el catolicismo explica el auge que tienen por esas latitudes los movimientos sociales católicos.
El protestantismo, sin embargo, estaba más unido en sus orígenes a la américa anglosajona. La moral y doctrina católicas fueron ampliamente asumidas por los hispanoamericanos en general. Pero hay que señalar que, en la actualidad, esta forma de cristianismo se está abriendo paso, proveniente del norte, sobre todo en la zona mexicana y centroamericana. Las causas, son varias, según los expertos; yo por mi parte, no me atrevo a adentrarme demasiado en tal materia, salvo quizá apuntar que, mientras que la Iglesia Católica se ha asentado y permanece en sus comunidades ya creadas, intentando sobrevivir en ellas y hacerlas sobrevivir, las Protestantes creen y practican la evangelización, buscan a sus adeptos, tratan de convertirlos, los individualizan y tratan como tal, frente a la fuerte concepción de comunidad que conlleva el catolicismo. Además, eso sí, de la mayor permisividad del protestantismo en ciertos sectores como todo lo concerniente a la mujer y a la sexualidad... en estos ámbitos, la Iglesia Católica Hispanoamericana, por más Teología de Liberación que practique y por más labor social que ejerza, sigue siendo Católica, Apostólica y Romana.
En cuanto a las tradiciones religiosas indígenas, hoy sólo podemos hablar de manifestaciones residuales, ya sabemos que la Iglesia Católica cuando evangeliza, lo hace a conciencia. Bien es cierto, por otra parte, que los movimientos espiritualistas del cambio de siglo han fomentado el acercamiento a manifestaciones de corte indigenista, como el chamanismo, la santería, el palo, el candomblé... si bien estas últimas no son tradiciones púramente locales, ya que están más bien mezcladas con manifestaciones provenientes de África y su llegada se produce con los esclavos negros, podemos decir que sí están bastante presentes, sobre todo en la zona caribe, tanto insular como peninsular.
Termina aquí la aproximación conceptual a la realidad de Hispanoamérica, no sé si he logrado dar una completa visión de ciertos factores a mi juicio importantes para comprender la realidad de un continente plural y unitario. En próximas entradas me dedicaré a ahondar en realidades más concretas, buscando dar un panorama de cada estado o grupos de estados que componen lo que conocemos como América Hispana. Quizá he abundado en cosas poco importantes y a buen seguro me he dejado cosas importantes en el tintero. Por eso os tiro el guante para que aportéis y debatáis desde ambos lados del charco, para poder tener una visión mucho más amplia de una realidad tan fascinante como la que nos ocupa.

miércoles, noviembre 19, 2008

APUNTES SOBRE HISPANOAMÉRICA (I): CONCEPTOS BÁSICOS

"Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles?"
Cuando hablamos de Hispanoamérica, hablamos de muchas cosas. Y muy diversas. La visión que tenemos desde Europa de la realidad del otro lado del charco es, en general, confusa. Supongo que, por otra parte, ni más ni menos confusa que la visión que desde allí tienen de esta otra orilla.


De cualquier manera, bien cierto es que la mayoría de las imágenes que nos formamos de realidades o conceptos que nos son lejanos, las hacemos mediante tópicos, así que, el problema no es tan grave.


Sin embargo, se puede hacer muy cuesta arriba intentar entender unas realidades tan varias y cambiantes como las que acontecen en la América Hispana. Sobre todo cuando te metes en harina e intentas estudiar desde el lado europeo materias y cuestiones tan heterogéneas como Español de América y Literatura Hispanoamericana.


Desde luego, desde nuestras mentes educadas en la europeidad, nos cuesta situar en el mapa los países de la otra orilla del Atlántico, cuánto más encuadrar ciertos fenómenos y obras literarias en un contexto histórico que apenas conocemos. Yo, como estudiante, he tenido la oportunidad de constatar esta serie de deficiencias en carne propia y en la de mis compañeros y, por diversidad de motivos, unos más culturales, otros más personales, que algunos conocéis, me he visto en la necesidad y la ocasión de subsanarlas.


Así pues, lo que pretendo con esta serie de post sobre Hispanoamérica es plantear un panorama, quizá muy general, quizá muy subjetivo y parcial y quizá desde un punto de vista muy europeo, de lo que es la realidad de Nuestra América; cómo son las cosas y por qué son así, en definitiva, valiéndome de argumentos culturales e históricos, más que de otra cosa.


¿Por qué y por qué aquí? Porque este es mi espacio, accesible a todo el mundo, donde planteo las cuestiones de más diversa índole que me atañen. Y porque en el práctico funcionamiento de los blogs reside su propia magia, la del comentario, que abre camino a la discursión, a la aportación, a la opinión, en definitiva, a subasanar las posibles deficiencias que he apuntado en el párrafo anterior con la colaboración de todo el que se pase por aquí.


En las dos primeras entradas nos dedicaremos a aclarar una serie de conceptos que nos ayuden a tratar con propiedad la realidad Hispanoamericana y a entender la idiosincrasia propia del territorio. En las siguientes, seccionaremos el continente por bloques de naciones que tengan algo que ver entre sí para irlas desgranando una a una. En principio habrá algunas cosas que a los nativos latinoamericanos les puedan sonar excesivas o que no se reconozcan en ellas, pero claro, tenemos que categorizar la realidad desde un punto de vista europeo, confrontándolo con el nuestro, así que, perdonen los excesos y las obviedades. Y empecemos:



- Hispanoamérica, Iberoamérica y Latinoamérica: tres conceptos bien delimitados entre sí, que no poco frecuentemente son usados como sinónimos, perdiendo la especificidad de su significado y pudiendo llevar a ciertos equívocos. Cuando hablamos de Latinoamérica, nos referimos a todos los países americanos de tradición latina, frente a otros de tradición anglosajona; básicamente el bloque cuyas lenguas oficiales son románicas, principalmente el español y el portugués, aunque también el francés, en sus distintas variantes. Cuando hablamos, sin embargo de Hispanoamérica e Iberoamérica, los conceptos son más reducidos. Iberoamérica se referiría a la América Ibérica que comprendería las realidades de España y Portugal y aquellos países que en su día fueron conquistados por estas potencias. En el caso de Hispanoamérica, el ámbitro se restringe a España y los países que fueron en su día conquistados por tal estado y con los que guarda una relación cultural más o menos intensa y común, principalmente una lengua y unas tradiciones que viajaron en su día al Nuevo Mundo. Así pues, un país como Brasil, podría ser englobado conceptualmente en los términos Iberoamérica y Latinoamérica, pero no en Hispanoamérica. Argentina, sin embargo, se podría englobar en los tres; pero tenemos el caso de Haití, cuya cultura predominante fue la francesa, por lo que sí puede contemplarse conceptualmente dentro de lo que entendemos como Latinoamérica, pero siempre fuera de Iberoamérica e Hispanoamérica. El hecho de usar uno u otro termino no es, pues, baladí, si se trata de aportar una información muy concreta y específica.



- América y sus divisiones continentales: Geográficamente, podemos decir que el gran continente americano se divide a su vez en tres partes, lo que comúnmente conocemos como Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica. Partiendo de esta perogrullada, hay que hacer notar que, no pocas veces, cuando la gente quiere hablar de hispanoamérica y, sobre todo, de los hispanoamericanos, tiende a aplicarles el concepto de sudamericanos. Pero es muy incierto, ya que un mexicano, un hondureño o un cubano nada tienen de sudamericanos, ya que México es Norteamérica, Honduras pertenece a Centroamérica y lo mismo podemos decir de Cuba, si entendemos que la zona caribe y antillana se debe englobar en el cuerpo central del continente. Así pues, sólo serían sudamericanos, extrictu sensu, de entre los países hispanoamericanos, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Chile y Argentina. No sería este el caso, sin embargo de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Cuba y República Dominicana, que son, a todos los efectos, países centroamericanos. Y finalmente, nos quedaría contar con México, que pertenece geográficamente a América del Norte. Es ciertamente un división clara y casi de perogrullo... pero, ¿qué español hace conscientemente la división, en lugar de referirse a la zona o a los habitantes como Sudamérica y sudamericanos?



- Pero, ¿existe Hispanoamérica?: Pues según hemos apuntado hasta ahora, sí, existe. Quizá la pregunta sería, realmente, ¿qué es? Frente a los conceptos tratados en el epígrafe anterior, que son de naturaleza puramente geográfica, los del primer bloque serían de una naturaleza eminentemente cultural. Lo que define culturalmente a Hispanoamérica, de manera básica, es su americanidad (son países situados en el continente americano y, por lo tanto están, en sus orígenes ligados a los ámbitos culturales y antropológicos aborígenes) y su hispanidad (en su día fueron conquistados por el Imperio Español, cuya cultura se impuso sobre la existente y se produjo un mestizaje tanto cultural como antropológico con todos los matices, dependiendo del tiempo y del espacio, que se quieran señalar). Hispanoamérica es una realidad con un amplio abanico de elementos comunes, como la lengua, una historia común en el periodo de la conquista y la colonia y una identidad cultural bastante uniforme en este período. Pero la realidad hispanoamericana también estriba en su diversidad, en un sustrato aborigen muy amplio en el que se pueden señalar culturas muy distintas entre sí y en una configuración de sus estados a partir de la Independencia, con movimientos históricos muy distintos en cada uno de ellos, con una serie de situaciones y problemática individual de cada país que no tiene por qué compartir con el resto del bloque. Estas características propias y exclusivas, se centran no pocas veces en ciertas dicotomías que analizaremos a continuación y, llegado el caso, cuando sea pertinente al analizar cada bloque o país.