lunes, diciembre 11, 2006

CÁCERES I: AÑORANZA

"En Macondo comprendí/que al lugar donde has sido feliz/no debieras jamás de volver..."

Cáceres se levanta de nuevo ante mí como ayer, cuando me acogía en sus entrañas de hormigón y asfalto. Paseando con una amiga por sus calles le comentaba que me da una paz y una fuerza increíbles pasear por esta ciudad, porque cada paso que doy ya lo he dado veinte veces antes y en cada rincón encuentro un recuerdo más o menos agradable de un tiempo que fue el más feliz de mi vida.
Para quien no conozca Cáceres, se la podría definir como una ciudad viva. Por cierto, antes de nada, Cáceres es mujer, por lo menos para mí, yo la trato siempre en femenino, porque hasta las curvas de sus calles son voluptuosas como los pechos de una vestal. No sé por qué, pero igual que Vigo es para mí una ciudad masculina, viril hasta la extenuación, Cáceres es muy femenina.
Decía que Cáceres es una ciudad viva, pero viva en el sentido más jovial de la palabra, está llena de vitalidad por los cuatro costados. Además de encontrar siempre el bullicio acelerado de toda la gente a la hora del trabajo, propio de todas las ciudades, cuando cierran las oficinas Cáceres se vuelve a desperezar.
Sus calles se llenan de gente que deambula, que simplemente pasea, que lleva a los niños a ver a los abuelos, que mira escaparates y que desconecta, sin ningún tipo de rubor ni sentimiento de culpa, del estrés cotidiano.
Cuando cierran las oficinas Cáceres está viva de nuevo, se cambia de ropa, se pone algo sexy y se pierde...
A pesar de que me molesta toda la parafernalia relativa a la Navidad, San Corte Inglés y otro tipo de chorradas de marketing puro y duro, pasé la mejor tarde de mi vida paseando por una Cáceres navideña. Canovas está precioso con la iluminación, a medio oscurecer; con el frío golpeándome en la cara y charlando con mi amiga, miro al cielo semioscuro y contemplo las bombillas amarillas y azules. Esto es mi hábitat. Paseo entre los árboles de Cánovas y parece que estoy en una isla desierta, donde no me molesta el mundo.
Termina Cánovas y entro en Pintores. La iluminación es mucho más convencional, pero suena música y eso se agradece. No son los típicos villancicos de pandereta y voz aniñada, son versiones líricas, que dan a la calle llena de gente que se cruza un aire mistérico. Las luces de los escaparates regalan unos cambios cromáticos encantadores, ahora que la tarde se ha cerrado en noche oscura.
Y sin querer llegar aún a la Plaza Mayor, me desvío, no sin antes dar el beso de rigor a la estatua de la pequeña mujer que vende periódicos a la puerta de San Juan, que maliciosamente fue bautizada por mí y mis compañías como "la Rufi". Esto fue en nuestro primer año de universitarios, cuando también aprovechamos para instaurar la costumbre de besar a la buena señora metálica cada vez que pasábamos delante de ella.
Y nos perdemos por la parte antigua, entramos en Santa María, que siempre me huele a incienso y esquivamos al San Antonio, no vaya a ser que por besarnos los pies nos envíe sendos novios y nos complique la vida. Vamos a parar a San Jorge, donde intentamos ver una exposición que resulta estar cerrada y decidimos que ya está bien de la calma del casco viejo. ¡Cuántos paseos románticos por las estrechas calles empedradas... era mi arma secreta para mis amantes forasteros!
Así que nos sumerjimos en el bullicio de la Plaza, donde hay un mercadillo navideño. Otrora esta plaza fuera cuna de lo que ahora está tan de moda, el fenómeno del botellón. Hoy ya el botellón está en el extrarradio, como en toda "ciudad civilizada". Pero a mí, siempre que alguien pronuncia la palabra se me viene a la mente despojada de toda carga negativa, como una reunión cordial de miles de estudiantes que se comunican sin el bullicio propio de las discotecas acompañados por alguna que otra copa. Y la imagen de la plaza abarrotada de juventud, que grita sin armar demasiado escándalo, que canta sin hacer demasiado ruido, que charla sin formar demasiado jolgorio...

6 comentarios:

Unknown dijo...

Cáceres es una asignatura pendiente, una de las ciudades de este país que me faltan por visitar...

Muchas veces he planeado el viaje, pero nunca me decido a ir...

A pesar de que todo el mundo que conozco me dice que, desde luego, merece la pena...

Un saludo...

RAIKO dijo...

Delokos, te animo a visitar Cáceres, es un entorno vivo, lleno de historia, arte, cultura (antigua y moderna) y ocio. Puedes pasear, ver, mirar, perderte por tus calles o simplemente descansar.
Y además, podrás tener el privilegio de visitar una de las más firmes candidatas (ojalá y lo sea) a la capitalidad cultural europea en el 2016.
Estás invitado a Cáceres, un saludo.

Anónimo dijo...

Querido Raiko:
Con esa descripción ya quisiera conocer la ciudad que tanto quieres...
Eres un romántico ¿no? Y además todo un conquistador...hummmm, ojalá no pierdas esos encantos.
Un abrazo

RAIKO dijo...

Querida Derain, es una ciudad que merece la pena, la verdad, a mí me tiene enamorado. Si tienes alguna vez oportunidad, visítala. Y si la visitas, avísame y te guío. Dejémoslo en que soy un romántico... lo de conquistador, no diría yo tanto, se hace lo que se puede... Muchas gracias por tu lectura y tu comentario, un abrazo, como siempre, pasa cuando quieras.

Anónimo dijo...

Si es de ser romanticos el apreciar la belleza cautivadora de esas ciudades antiguas al perderte por sus cascos historicos y Cáceres como no, al igual que otras como Toledo, lo tienen y lo saben explotar. Sentirte dentro de una armadura medieval al pasear por sus calles deserticas del casco antiguo hacen renacer miles de sentimientos que no sabes ni como interpretar, pero que te hacen sentir bien y eso es lo que importa.

RAIKO dijo...

Joal, he de confesar que no pocas veces me he perdido por la parte antigua de Cáceres simplemente para desconectar del mundanal ruido. Un saludo.