domingo, noviembre 05, 2006

LEILA

"Ven, Jarifa; tú has sufrido/como yo; tú nunca lloras;/mas, ¡ay triste!, que no ignoras./Cuán amarga es mi aflicción./Una misma es nuestra pena,/en vano el llanto contienes.../Tú también, como yo tienes,/desgarrado el corazón."

Trabaja en la calle y su nombre es Leila. Cuando alguien dice que una mujer trabaja en la calle, usa el eufemismo para hablar de prostitución. Podemos decir sin tapujos, ya que no por ello es menos digna, que Leila es puta.
Y es que la dignidad de Leila no está en entredicho, la perdió hace mucho tiempo. Se dedica a pasear por los lugares oscuros a las afueras de la ciudad, a la espera de un cliente que sabe bien donde encontrarla, tanto a ella como a otras compañeras que ofrecen los mismos servicios.
Algunas noches, Leila consigue sacar un buen sueldo, ganado, todo hay que decirlo, a base de esfuerzo y pocos remilgos. Dejando a un lado sus escrúpulos, yace, por decirlo de manera poética, con un sinfín de hombres que no buscan en ella más que dar rienda suelta a un montón de frustraciones que no consiguen poner en práctica con sus amantísimas y decentísimas esposas. A saber qué pensarían ellas si supieran la clase de depravados con los que comparten el nicho conyugal. Perdón, igual hubiese sido más decente decir lecho.
En cualquier caso, Leila es sólo una obrera y no precisamente autónoma, por lo que la mayor parte de su sustento se lo acaba llevando el chulo de poca monta, que no tiene otra función que salvarle los morros si surge alguna reyerta. Eso, siempre en el caso de que él se encuentre cerca y sea capaz de adivinar la situación.
Para hacer justicia, hay que decir que no todos los clientes son unos monstruos. A veces Leila encuentra algún hombre que la vuelve a hacer sentir un poco ser humano. Ellos tratan de no ser bruscos con ella, la acarician, la tratan con suavidad, pero no es capaz más que devolverles una mirada con los ojos vacíos, como de cristal.
Algún artista de la palabra se atrevería a definir a Leila como obrera del amor, señorita de compañía u otras florituras varias que contribuirían a dulcificar su papel. Algún poeta romántico incluso se atrevería a escribirla un poema. Pero la situación de Leila no admite florituras, dulcificaciones, ni rimas de ningún tipo. Ella sólo podría ser la protagonista de una novela de terror.
Porque el verdadero drama de Leila no se parece ni por asomo al de la odalisca esproncediana. Esta se prostituye, es una cuestión de elección, pero Leila nunca tuvo la posibilidad de elegir. Tampoco merece la admiración de una mujer puesta al límite que conserva su dignidad, ya que tiene que prostituirse para sacar adelante algo, aunque sea su propia vida; esto es un caso de obligación y la obligación requiere una dosis de voluntad con la que Leila no pudo contar jamás. A Leila la prostituyen, la han convertido en un simple objeto, como un martillo o una pala. Su dignidad nunca ha sido tenida en cuenta, pues la perdió en el momento en que la soltaron en la calle y la obligaron a venderse. Lo de Leila no es obligación ni elección, es mero sometimiento y anulación, con todo lo que de perversión supone.
Ya ves por qué, lector, el caso de Leila no es digno de ser enmascarado con ningún tipo de treta literaria, es simple y llanamente un caso de crueldad manifiesta. Espero no haberte herido demasiado, porque ahora necesito tu colaboración. No se si te habrás dado cuenta de que Leila es un personaje a medias, quiero que lo construyas conmigo.
En primer lugar, Leila es un nombre que yo he elegido, pero valdría cualquiera por ejemplo Gladys, Rashida o Svetlana. Físicamente puede ser oscura, de un modo más o menos profundo, o blanca y rubia, rayando en lo albino. Porque su procedencia puede ser de lo más variopinta, desde cualquier lugar de Hispanoamérica hasta cualquier punto de África o de la Europa Central y del Este.
Como ves, el personaje de Leila es muy rico, puedes encontrarle muchos matices e identidades. Yo te dejo el trabajo a ti y me retiro a otra cosa. No te preocupes, será fácil; por desgracia, lo que te sobra son ejemplos reales en los que inspirarte.

7 comentarios:

Paula dijo...

Cuando vivía en Madrid, los días que no podía más, mejor dicho, las noches que no podía mas de cansancio, monotonía, aburrimiento, de no entenderalmundo, de trabajo y trabajo cargante y exigente, tenía un truco.

Antes de volver a casa, cogía el coche y pasaba por la casa de campo. Despacio, rozando el peligro incluso en alguna ocasión.

Sólo entonces comprendía lo infinitamente afortunada que era, y que sigo siendo, simplemente por en hecho de todavía, tener la posibilidad de decir no.

un abrazo

Mrs.Doyle dijo...

Interesante reflexión sobre la cara B del mundo en el que habitamos.
Me ha gustado mucho tu texto por la misma razón que adoro el cine de Almodóvar, porque dignifica esa cara B de la sociedad y la eleva al Olimpo...

Coincido en la opinión sobre Isabel Allende.

RAIKO dijo...

Querida Paula, nada mejor que darse un baño de realidad, de la dura, para reconciliarse con la vida. Abrazos.
Mrs Doyle, gracias por su crítica, un saludo.

Xuan dijo...

Para volver a casa por las noches, tengo que pasar por una calle en la Leila se busca la vida.

Una vida muy dura.

Saludos desde la Fortaleza

RAIKO dijo...

Gracias por tu visita, Oren. Ninguna vida es fácil, pero tienes razón, la de Leila es especialemente dura.
Un saludo.

Vade Retro dijo...

Raiko...Lo primero decirte que ayer me dejaste pensando largo rato con el comentario del ad libitum.
Respecto a la historia que has escrito...Extrañamente en momentos claves de mi vida, me he encontrado de una u otra forma que estas trabajadoras sexuales. Me parecen mujeres entrañables. Hay dos post en mi casa donde cuento esas historias, me gustaría que los leas, si tienes tiempo y ganas claro está, son del 22 y 27 de Septiembre.
Un besito.

RAIKO dijo...

Hola, Vade, querida. Dicho y hecho, me voy para el Ad Libitum echando hos... chispas jeje.
Ya ves, mi sentido arácnido que me dice que algo te ronda y por eso estás poco inspirada... si quieres te mando a mi musa, que está un poco tocapelotas y no me deja descansar.
No sé, a mí estas personas también me provocan una especie ternura que no sé muy bien describir.
Un besazo, espérame que voy corriendo a tu rincón, hasta ahora ;-P